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50 años de Pink Floyd y “El Lado Oscuro de la Luna”

miércoles 01 de marzo de 2023
50 años de Pink Floyd y “El Lado Oscuro de la Luna”
Es muy común caer en el error de parcializar el conflicto que han mantenido durante décadas los ex miembros de la banda Pink Floyd  y tomar partido por uno u otro bando.
 
Por Marcelo Gobello
 
Ni “Waterista” ni “Gilmourista” pienso que como toda banda fundamental dentro de la historia del rock, lo que hizo especial y grande a Pink Floyd es la suma de los aportes creativos, artísticos y de personalidad de sus todos sus integrantes. 
 
Haciendo una síntesis: Gilmour es el corazón de la banda,  tiene “el sonido” de Pink Floyd, encarnado en su voz y el color de su guitarra, mientras que Waters sería su cerebro, la esencia del grupo. O como dijera hace unos años Nick Griffiths, amigo personal de ambos e ingeniero de grabación de la banda: “Dave hacía que la gente lo pasara bien y Roger los hacía pensar. La combinación funcionaba perfecto”.
 
Eclipse de luna
 
“El Lado Oscuro de la Luna” -cuyo título según el guitarrista y cantante de la banda David Gilmour no trata sobre la astronomía sino que es “una alusión a la demencia”- es una obra maestra de la música contemporánea, una lúcida descripción sonora y poética de la paranoia, alienación y locura de la vida moderna. 
 
A nivel banda es la culminación de cinco años de aprendizaje y búsqueda artística de un grupo que nació en plena psicodelia inglesa y terminó creando una obra conceptual de gran madurez y peso específico, a la vez de una pasmosa comercialidad. Si bien Roger Waters,  su principal ideólogo –hasta ese momento bajista y principal letrista del grupo después del alejamiento de su primer líder Syd Barrett-  aún sigue declarando ante la prensa que el disco es prácticamente fruto de su genialidad, justo es dejar bien claro que la obra en cuestión nace de un trabajo colectivo que comprende a los cuatro integrantes de la banda (Roger Waters, David Gilmour, Rick Wright y Nick Mason) junto al inestimable aporte del ingeniero de grabación Alan Parsons.
 
Salvando esto hay que reconocer que el concepto de hacer un álbum enteramente organizado, tanto música como letra, como una estructura coherente y particular fue una idea de Waters. Idea que venía rondando su cabeza desde 1971 y que para 1972 ya prácticamente había tomado la forma final del disco tal cual hoy lo conocemos. Si bien Roger Waters es el creador de todas las letras de “El Lado Oscuro de la Luna” -letras donde vuelca su personal, furiosa y cínica visión del mundo- y es a partir de esta obra donde se establecerá como el cerebro de la banda, su mensaje no habría llegado a tener la masividad y difusión que tuvo y tiene sin la maravillosa música que lo acompaña. 
 
Analicemos para ello la autoría de los diez temas que conforman el mítico disco: “Háblame” (“Speak to me”) es una creación del baterista Nick Mason, un montaje de “colores y sonidos” que abre el disco al ritmo de los latidos del corazón humano, y se fusiona con el primer tema real, “Respira” (“Breathe”), cuya música es de Gilmour y Wright y la letra es una vieja composición de Waters que ya había utilizado antes para un experimento solista llamado “The Body” (disco que había grabado en 1970 junto al compositor Ron Geesin.) “En la carrera” (“On the run”) es el primero de los dos temas instrumentales del disco (este firmado por Gilmour y Waters) y en donde la maestría  de Alan Parsons comienza a hacerse manifiesta con sus brillantes efectos de sonido (anuncios de aeropuerto, los frenéticos pasos que van de un canal a otro del estereo, etc) , efectos que directamente deslumbran con el estallido de relojes (que Parsons grabara en una tienda de antigüedades) de “Tiempo” (“Time”), el único tema del disco firmado por los cuatro integrantes de la banda y que cantan David y Rick.
 
El que originalmente era el lado uno del disco cierra con un tema de Rick Wright, el sugestivo tema (sin letra) que trata sobre la muerte llamado “El gran baile en el cielo” (“The great gig in the sky”), que la cantante gospel Clare Torry improvisó de una manera sentida y genial. Parsons vuelve a deslumbrar con su collage sonoro de distintas máquinas registradoras sincronizadas al ritmo de 7/8 del popular tema “Dinero” (“Money”), la cáustica diatriba de Waters hacia el vil metal, que es seguida por otro de los temas más populares del disco, el lento “Nosotros y ellos” (“Us and them”), un viejo tema que Rick Wright había compuesto originariamente para la banda de sonido de la película de Antonioni “Zabriskie Point”, y al cual Waters pusiera letra. Es destacable que estos dos temas, tal vez los más populares y “radiables” del disco, cuentan con la particularidad de estar ambos  cantados por Gilmour (quien no ha tenido que ver en absoluto en la composición de los mismos, pero que ve crecer su posición de cantante principal de la banda además de guitarrista) y de contar con la inclusión del saxofonista  Dick Parry como músico invitado, lo cual le dio otro color a la música de Pink Floyd. 
 
Gilmour, Mason y Wright firman el segundo y último instrumental de la obra, “Cualquier color que te guste” (“Any colour you like”), para dejarle el final enterito a Roger Waters, autor único de los dos temas de cierre: “Daño cerebral” (“Brain damage”), un tema que había quedado afuera del disco “Meddle” y cuya letra inspiró el título del disco (“te veré en el lado oscuro de la luna” se repite dos veces  en la misma) y el “grande finale” del emocionante “Eclipse” (durante varios meses “Eclipse” fue el título tentativo de la obra).
 
Curiosa e irónicamente las últimas palabras de “El Lado Oscuro de la Luna” corren por cuenta del portero de Abbey Road, llamado Driscoll, quien fuera una de las tantas personas  entrevistadas y grabadas para esos enigmáticos y a veces hasta inaudibles pasajes hablados intercalados a lo largo del disco. Sobre el fondo del latido de corazón que ya se había escuchado al principio Mr. Driscoll comenta que: “No hay un lado oscuro de la luna, en realidad toda ella es oscura.”
 
Sin duda una de las decisiones más acertadas que tomó la banda con respecto a esta obra (que ya intuían especial desde un comienzo) fue la de irla puliendo y modificando en directo antes de entrar a un estudio para grabarla. Así fue como un año antes de ser editado el disco (las sesiones de grabación en Abbey Road comenzaron el 1 de junio de 1972 y terminaron en enero de 1973) el grupo fue tocando en vivo todo el material de “El Lado Oscuro de la Luna” durante sus giras europeas y norteamericanas. Muchos temas fueron cambiando durante el transcurso de estas presentaciones, tanto en cuanto a los tempos de los mismos (“Time”, por ejemplo, originalmente era mucho más lenta que la versión del disco, y los temas instrumentales al principio eran completamente diferentes en forma y extensión). 
 
El 28 de marzo de 1973, “El Lado Oscuro de la Luna” ingresó en el número uno de las listas de ventas estadounidenses, algo a lo que anteriormente Pink Floyd (ese “extraño grupo de experimentales músicos ingleses”) no se había ni acercado. El disco se convirtió en un fenómeno de masas, y barrió records de venta y de duración en los charts (donde permaneció nada menos que 700 semanas). Pero más allá de los aspectos comerciales, lo más importante es que se ha transformado en una de las verdaderas piezas clásicas de música del pasado siglo XX.
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