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Antimicrobianos: un desafío para la salud mundial

viernes 18 de noviembre de 2022
Antimicrobianos: un desafío para la salud mundial

Las consecuencias globales del comportamiento humano en la salud de una población son irrefutables. A lo largo de los años hemos visto expandir la resistencia antibiótica como un reguero de pólvora, a través de la diseminación incontrolada de genes. Al mismo tiempo, hemos visto también cómo la práctica médica puede influenciarla, ejerciendo una presión genética selectiva por intermedio del uso abusivo de antimicrobianos.

Por Dr. Osvaldo F.Teglia, médico especialista en Clínica Médica e Infectología. Profesor de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral

Las consecuencias globales del comportamiento humano en la salud de una población son irrefutables. A lo largo de los años hemos visto expandir la resistencia antibiótica como un reguero de pólvora, a través de la diseminación incontrolada de genes. Al mismo tiempo, hemos visto también cómo la práctica médica puede influenciarla, ejerciendo una presión genética selectiva por intermedio del uso abusivo de antimicrobianos.

En el año 2008, durante el curso de una infección por el germen Klebsiella pneumoniae en un paciente sueco internado en un Hospital de Nueva Delhi, India, se puso en evidencia que aquel germen era productor de una nueva enzima capaz de inactivar a la mayoría de los antibióticos por un mecanismo de degradación, incluso a aquellos pertenecientes a un grupo considerados, hasta entonces, los antibióticos ideales, denominado carbapenémicos.

Rápidamente se detectaron nuevos casos de pacientes en otros sitios de la India, Pakistán, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Japón y Egipto, dando cuenta no solo de la intensidad de la conectividad de las personas en el mundo actual, sino también del ping-pong que experimentan los genes que codifican estos mecanismos de resistencia.

La resistencia a los antibióticos se está convirtiendo en una amenaza para la salud mundial cada vez más fuerte. De no revertirse esta problemática, organismos internacionales en salud estiman que, en los próximos 35 años, 300 millones de personas morirán prematuramente a causa de la resistencia a los medicamentos. Esto se traduce, adicionalmente, en una pérdida de producción económica de $USD 60 a 100 billones para 2050.

La resistencia antimicrobiana, al dejar -en ocasiones- pocas opciones de tratamiento efectivo, puede generar que enfermedades -antes controladas con facilidad- se conviertan en infecciones serias, difíciles de tratar y amenazantes para la vida de los pacientes.

Esta amenaza para la salud pública está íntimamente ligada a las indicaciones de antibioticoterapia, muchas veces abusivas e irracionales. Estudios recientes indican que el 60% de los antibióticos se prescriben en forma ambulatoria y, la mayor parte de ellos, en patologías de vía aérea superior (de origen viral) que no requieren antibióticos, solo control sintomático.

Afortunadamente, en los últimos cinco años se han desarrollado múltiples fármacos efectivos contra organismos resistentes. No obstante, la disponibilidad de nuevos antibióticos, se ha observado resistencia a alguno de ellos, por lo que subyace una especial preocupación.

Los médicos tenemos la responsabilidad en el control de esta problemática, y podemos lograrlo a través de prescripciones racionales, adheridas firmemente a guías de tratamiento. Pero son también los estados y los organismos de salud pública quienes deberían generar políticas públicas y programas de control del uso de antimicrobianos que incluyan, no solo normalizaciones de tratamientos antimicrobianos de las patologías infecciosas más prevalentes en la comunidad y las instituciones, sino también el control de su dispensación exclusivamente bajo receta médica.

Al mismo tiempo, se debería bregar por políticas de control de infecciones, particularmente en las instituciones sanitarias para evitar la trasmisión de gérmenes multiresistentes entre los pacientes y, desde allí, a la comunidad; impulsar el desarrollo de nuevas moléculas a través de la investigación, y atender la educación médica continua.

Y la población, ávida por recibir antibióticos, debe comprender que muchas veces el antibiótico no es la mejor solución para su problema de salud. La lucha contra la resistencia a los antibióticos requiere del compromiso de todas las partes, solo así dejará de representar una grave amenaza.
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