Fabrizio Zotta
El resumen de la semana de Presente Continuo

Así como la semana pasada el interrogante principal fue el “factor Milei”, progresivamente esta semana la pregunta central es por “el factor estructura” o, en palabras más llanas ¿Qué va a pasar cuando la política profesional, “el sistema” o, para ahorrar mayores explicaciones, “la casta”, empiece a jugar de verdad para la elección que viene?
Un poco de contexto: en las PASO del 13 de agosto solamente votaron el cargo de gobernador 4 provincias: Entre Ríos, Catamarca, Santa Cruz y Buenos Aires; también la ciudad de Buenos Aires. El resto dirimió sus elecciones desdoblando la elección del turno electoral presidencial.
Eso tuvo un efecto colateral, quizá no buscado, al anteponer la supervivencia política del gobernador a la suerte de los partidos a nivel nacional: los gobernadores no militaron la elección del 13 de agosto territorialmente, no pusieron sus aparatos a funcionar a todo motor. Eso hizo que, en los distritos en los cuales hubo desdoblamiento de elecciones, los resultados locales no se proyectaron sobre los precandidatos presidenciales, generando una parte importante del “factor Milei”, que ahora escandaliza a muchos.
Pero, como sucede siempre, ante la leche derramada, empezaron las alarmas. Con el resultado puesto, los gobernadores (y ahora vamos a hablar también de los intendentes) que garantizaron su supervivencia y continuidad -también aquellos que dieron batacazos, como ocurrió en San Luis, o en San Juan- tienen que empezar a pensar en gobernar… y ahí la cosa cambia.
Algunos datos nacionales nos pueden ayudar a entender un poco mejor esto: entre 2019 y 2021, Unión por la Patria perdió 4.752.000 votos, en números redondos. Es decir, desde que ganó Alberto Fernández a las legislativas de medio término. Juntos por el Cambio, en ese mismo período, perdió casi un millón, 935.000. Pero, entre 2021 y la elección del domingo 13 de agosto perdió otros 3.178.000: en cuatro años, 4 millones de votos.
Con la elección de Sergio Massa y Grabois, el espacio oficialista volvió a perder votos respecto de 2021, algo así como 1.730.000, que si se suman a lo anterior da una pérdida total de 6.400.000 votos desde el triunfo de Alberto.
Son número dramáticos para los que formaban parte de la ya extinta grieta. Sumemos, además, el número del desencanto: el voto en blanco: a nivel presidencial el voto en blanco fue del 6,54% (582.843 electores), mientras que, en la Provincia de Buenos Aires, el voto en blanco fue de 10,94%, es decir, casi 1 millón de votos.
Antes de las elecciones de octubre, habrá otras elecciones: Mendoza y Santa Fe, por ejemplo, disputarán sus gobernaciones. Los resultados previos fueron triunfos para Juntos por el Cambio: Maximiliano Pullaro en Santa Fe y Alfredo Cornejo en Mendoza. De repetirse ese resultado tres de las cuatro provincias más importantes Córdoba, Santa Fe y Mendoza tendrían gobiernos contrarios al oficialismo, y al libertarismo de quien hoy tiene más votos para presidir el país.
Con estos números, algunas conclusiones son posibles: se están desintegrando los partidos políticos, primero; hay una crisis de identidades políticas, porque se vota distintas personas para distintos cargos, hay cortes raros, hay transversalidad del voto por nivel socioeconómico, cultural, geográfico y etario; y con eso viene una amenaza a todo el sistema. No creo que el sistema se entregue sin luchar.
Algunos indicios ya hay: esta semana hice algunos llamados telefónicos para preguntar, y hablé con un dirigente marplatense ligado al massismo que me dijo que la clave de la elección que viene será el apoyo explícito de los gobernadores peronistas, y de la dirigencia territorial. Hoy Massa va a Córdoba y a Santa Fe, específicamente a Rosario, ambos distritos en los que le fue muy mal. En Córdoba, Massa quedó quinto en las PASO.
Otro referente político, armador de la campaña, pero esta vez de Juntos por el Cambio, me dijo que los intendentes serán una pieza clave en los armados, porque hay correlación entre las intendencias que jugaron fuerte durante las PASO y los resultados en cada uno de esos distritos.
En conclusión, la estructura que crujió en las PASO empieza a desperezarse para salir a la cancha con lo que mejor sabe hacer: cuidar su propia integridad. ¿Por qué esto es importante? Porque no lo vimos en las primarias, como tampoco vimos un resultado así anteriormente. Y porque también implica una decisión y un enemigo común, el más votado en las primarias.
La semana tuvo, también, la amenaza del descontrol en la calle. Con muy poca espontaneidad y verosimilitud, hubo más de 150 disturbios en la Provincia de Buenos Aires, casi 100 detenidos y unas cuantas persianas rotas. La palabra “saqueo”, con su peso histórico, quedó grande para describir a sectores más o menos organizados que salieron a robar. Sin embargo, la reacción inmediata del gobierno fue apuntar contra ese enemigo común.
Aunque fuera desmentida por el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, la vocera presidencial atribuyó culpabilidad, sin pruebas y como si fuera comentarista de televisión, a sectores de la Libertad Avanza. En boca de una vocera, todo lo que se dice es una opinión institucional y no un comentario personal. Menos de 24 horas después, la autoridad de Seguridad la desmintió, haciendo que su palabra ya no tenga relevancia institucional alguna.
En este marco económico y social convulsionado, volvieron las paritarias. Apenas fueron dos gremios, pero como siempre sucede en estos casos, fijan pisos, tratan de estirar los techos: Camioneros cerró su paritaria para los próximos 6 meses en 61%, pagaderos en tres tramos no acumulativos. Sutna, el gremio de los trabajadores de neumáticos acordó el 65% para el tramo julio-noviembre. Un poco más atrás quedó el sector de Alimentación, con un 34%.
¿Por qué estos números importan? Porque el poder adquisitivo del salario es uno de los principales indicadores de la emocionalidad del voto. Pareciera haber una correlación entre bolsillo y decisión de voto.
En definitiva, el interrogante de esta semana ya no es por qué se votó a Milei, sino cuáles son los factores que van a influir en el voto que viene. La elección no está jugada, si fueran hoy, posiblemente el libertarismo se imponga. Pero no son hoy. Y hay algunos técnicos pensando mucho, y jugadores que están precalentando al lado de la cancha.
Veremos si cuando entren, definen o no el resultado.