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POSTALES DE PROVINCIA

El Viejo Hotel Ostende, el Principito y el Indio Solari

lunes 29 de enero de 2024
El Viejo Hotel Ostende, el Principito y el Indio Solari

Cuando uno piensa en la zona de Pinamar, Ostende, Valeria del Mar o Cariló, la primera imágen que viene a nuestra mente es un bosque lleno de verdes en un suelo ondulado que llega hasta el mar.  Pero increíblemente, hace poco más de cien años, esa zona era un desierto árido de dunas movedizas y viento. En medio de esa soledad, un grupo de soñadores pensaron que ese era el lugar ideal para fundar un pueblo. Y en ese sueño lleno de romanticismo, estaba incluido un hotel que ha guardado hasta nuestros días cientos de historias, mitos y leyendas y aún conserva gran parte de sus encantos originales.

Roxana Salpeter es la directora del Viejo Hotel Ostende, ubicado en la esquina de Biarritz y Cairo en la localidad de Ostende, al sur de Pinamar desde 1913 y en charla con “Postales de Provincia” contó la historia de este mítico lugar.

“La zona que va desde Pinamar hasta Villa Gesell provenía de la misma fuente que era la herencia de Felicitas Guerrero. Cuando sus padres la heredan y luego sus hermanos, se empiezan a dividir los campos y cada localidad surge con un proyecto y con un respaldo diferente. El primer proyecto que surge es el de Ostende con un grupo belgas sin conocimiento de la zona y de las arenas, que en poco tiempo llevaron adelante una tarea titánica.”

En el siglo XIX, la zona era propiedad de don Martín de Álzaga, casado con Felicitas Guerrero, una joven de la aristocracia porteña que, cuando enviudó, en 1870, heredó las tierras. Pero Felicitas murió poco después, víctima de un drama pasional. Como el matrimonio no había tenido hijos, las tierras pasaron a manos del padre de Felicitas, don Carlos Guerrero, y a su muerte y la de su esposa, fueron los siete hijos del matrimonio los que se quedaron con los 25 kilómetros de playas y médanos costeros.

En 1908, el Ferrocarril del Sud habilita una parada ferroviaria con el nombre de Estación Juancho, a unos 29 kilómetros del lugar donde se ubica el hotel.  Ferdinand Robette (belga) y Agustín Poli (italiano) decidieron comprar una fracción de 14 km2 de dunas. A partir de 1909, una compañía belga al mando de Robette encaró el ambicioso proyecto que dió empleo a trabajadores japoneses que residían a 1 km, en el puesto de estancia Colonia Tokio. Los belgas, nostálgicos, llamaron Ostende al lugar, pues les recordaba al balneario del Mar del Norte.

La mayoría de los materiales para la construcción del hotel y el balneario llegaban en barco y se bajaban frente a la costa. También en tren hasta la estación Juancho y desde ahí en carruajes hasta el puesto de estancia en lo que ahora sería más o menos el cruce de la ruta 11 con la entrada a Ostende y desde allí hasta el hotel todavía tenían un tramo que eran unos 7 u 8 kilómetros que se hacía en un trencito de vías móviles, un tren de trocha angosta y en el que iban moviendo las vías para avanzar porque si las dejaban fijas la arena se las tapaba porque convengamos en que los belgas fueron muy románticos y fue un proyecto fascinante, pero no tenían mucha idea de cómo fijar los médanos.  Otras cosas que tienen que ver con la construcción del edificio se fabricaron in situ directamente, como por ejemplo los mosaicos calcáreos que tenemos en los pisos que son originales, fueron hechos acá en una suerte de fábrica que se había montado.

El balneario fue inaugurado el 6 de abril de 1913 y ya se había comenzado a construir el hotel. En la iniciativa original estaba previsto que tuviera unas de 80 habitaciones y aguas termales, aunque nunca se llegaron a instalar. Fue inaugurado en diciembre de ese mismo año con una celebración que contó con la presencia de gran parte de la aristocracia porteña.

“Era un hotel que tenía un gran desarrollo porque tenía su propia fábrica de pastas, su fábrica de pan, una huerta, tenía gallinas o sea menos vacas tenía de todo. Nunca fue un hotel de lujo, siempre fue un hotel austero de playa muy europeo, pero no de lujo porque se habla de que tuvo que soportar los embates tanto de la naturaleza como del hombre. Al no estar fijados las dunas, las tormentas de arena hacían que se armaran médanos contra el edificio y que entonces no se pudiera entrar o salir por las puertas, sino que tenían que hacerlo por las ventanas, quedaban un poco como sitiados dentro del edificio. Recién para los años 50 o 60 los habitantes supieron dominar esos médanos y fijarlos con vegetación.”

Han pasado 110 años del nacimiento del Viejo Hotel Ostende y todavía mantiene ese aire de los primeros tiempos. “La estructura es la original, se han recuperado espacios, o sea que se han refuncionalizado espacios que en su momento quizás eran depósitos de la cocina, almacenes que se fueron abriendo y transformando en lugares de estar, en lugares de esparcimiento. Donde había un patio de servicio bastante grande se hizo una pileta hace treinta y pico de años y el jardín es increíble, parece que tuviera 100 años pero no, tiene 35, 36. Los pisos del comedor y el bar son los originales. El bar de la pileta era la panadería del hotel, toda la estructura es original, está el horno de leña que no se usa pero está a la vista, o sea conservamos todo lo más posible y lo que no se ha podido conservar del todo, se ha restaurado o reproducido lo más cercano a lo que era originalmente.”

Uno de los atractivos del hotel es la habitación donde se hospedó el escritor Antoine de Saint- Exupéry, autor de El Principito. Se dice que pasó dos veranos consecutivos, a principios del siglo XX, allí y que la habitación 51 de la parte antigua es la que eligió para dormir. Incluso hay una versión que dice que fue en un papel con membrete del hotel donde el autor escribió sus primeros textos. La habitación está intacta y se puede conocer en visitas guiadas con cupos reducidos y con dos horarios a la semana.

 Pero no fue el único huésped famoso. También Adolfo Bioy Casares se hospedó allí junto a Silvina Ocampo, en los años 40, cuando la arena lo cubría todo. Y allí escribieron el policial “Los que aman, odian”, un  libro inspirado en hechos reales ocurridos en el Hotel Ostende en los años 30 y 40. Esa obra inspiró la película protagonizada por Guillermo Francella y Luisana Lopilato, aunque Roxana Salpeter aclara que el edificio que aparece en el film no es el VHO y que la atmósfera que se percibe en él no es el mismo que en el libro, sino que es una interpretación libre.

El Viejo Hotel Ostende es generoso en historias y leyendas, y conserva ese espíritu de resistencia y solidez que le dieron el haber subsistido a tantos embates de la naturaleza y del hombre. De hecho, fue lo único que sobrevivió del proyecto original de la compañía belga que planeaba construir ramblas y caminos que se vieron rápidamente cubiertos por la arena. Hoy solo se pueden ver un par de pilares de lo que iba a ser el paseo costanero.

También queda el interrogante de saber si el líder de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, el Indio Solari, estuvo alguna vez en el lugar. Lo cierto es que le dedicó un tema que está en el disco “ El Ruiseñor, el Amor y la Muerte” del año 2018 . “Cuenta Roxana Salpeter: “El Indio vivió acá cerca así que es probable que haya estado pero cuando no era conocido, porque durante gran parte de su juventud vivió en Valeria del Mar y creo que algún algo de su familia ha quedado allí, pero como es alguien que tiene un perfil bajo y privado no sabemos a ciencia cierta si estuvo, pero que conoce el hotel es evidente “

“Se suelta el pelo
y se la ve reinar
allí en el mar
como en el bar
del viejo hotel Ostende”

( Indio Solari )

Para quienes quieran conocer más del Viejo Hotel Ostende, su página oficial es www.viejohotelostende.com.ar

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