La bala universitaria

Parece que la bala entró. La masiva movilización contra el ajuste en las universidades públicas  agrupó a millones de personas de diversas procedencias políticas bajo una sola bandera. Eso no es algo que ocurre siempre y puede significar el principio de algo que nace desde abajo.

Por lo pronto, el gobierno quedó descolocado por primera vez en sus 135 días. No calza el discurso anti-casta, ni las críticas a los sectores corporativos que se aferran a privilegios y mucho menos la idea de ratas como las que se usa con los diputados.

El gobierno contribuyó para que la gente salga a la calle. No solamente por querer aplicar un ajuste brutal contra las universidades, sino porque nunca supo explicar aquello que quiere cambiar. No es la reforma laboral que todos reconocen que debe debatirse o las reformas tributarias y previsiones que pueden plantearse en las discusiones públicas.

¿Adoctrinamiento? ¿Falta de auditorías de los recursos? Todas acusaciones fueron desmentidas por docentes, académicos y hasta la propia Auditoría General de la Nación y que no encontraron rebote en nadie más allá que los talibanes libertarios que intentaron reproducir una narrativa de desprestigio.

Para Milei es un golpe por la amplitud de la convocatoria y, especialmente, por la derrota en el terreno que más cómodo le siente: las redes sociales. No hubo manera de instalar una tendencia o discurso efectivo en un escenario en que La libertad Avanza nada como pez en el agua.

La desesperación quedó manifestada en la insólita cadena nacional. Sin anuncios y con el solo objetivo de autocelebrar un supuesto rumbo positivo de la macroeconomía, un superávit ficticio que se explica por el ajuste brutal contra jubilados, trabajadores y la clase media. Veinte minutos que pudieron haber tenido lugar en algún programa de los que suele participar el presidente periódicamente.

Entre las críticas de los libertarios y aliados apareció la idea de la politización de la marcha. Es evidente que una marcha contra el ajuste en la educación es esencialmente política y hacen bien los dirigentes de todos los partidos políticos en mostrar que existen algunos pocos consensos que no pueden ser arrebatados.

Lo que pase de acá en adelante es un misterio. La bala entró, sin dudas. En Chile una marcha estudiantil terminó con un plebiscito constitucional, en 1969 el cordobazo terminó con la dictadura de Onganía. Será cuestión de tiempo para saber si esto marca una ruptura con un sector de clase media o no.

Por lo pronto, lo que demuestra la masividad de la marcha es que la universidad pública es uno de los ámbitos de mayor confluencia de clases, de inclusión y movilidad social ascendente que tiene el país.