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lunes 29 de abril de 2024

Por Augusto Taglioni

Bailar al ritmo de Milei

viernes 05 de abril de 2024
Bailar al ritmo de Milei

Javier Milei transita el cuarto mes de mandato con una intensidad propia del estilo disruptivo que lo llevó a la fama y lo catapultó en la presidencia. No hubo tiempo para reflexiones, autocríticas o planificaciones, el líder libertario marcó el terreno con claridad: o estas con el, o estás en contra. No hay lugar para oficialismo críticos, lo cual, es un dilema para la extinta coalición de Juntos por el Cambio.

Como Horacio Rodríguez Larreta le dijo a Mauricio Macri en una reunión privada que recientemente fue citada por Carlos Pagni en su editorial del programa Odisea, si a Milei le va bien, sos la Ucedé de Menem, si fracasa el Frepaso de De la Rúa.

La fusión de facto del PRO tiene ese enorme costo. La UCR está aún peor, mientras Martín Lousteau explora una alianza con el peronismo y se muestra como opositor sin matices, Rodrigo De Loredo y los gobernadores más halcones como Alfredo Cornejo quieren jugar para el libertario y votar todas sus iniciativas en el Congreso a pesar de las constantes descalificaciones al partido.

Hasta aquí nada novedoso. La cooptación de la derecha de parte de un outsider o un líder de los márgenes del sistema político es algo que se ha visto en Estados Unidos con Donald Trump y en Brasil con Jair Bolsonaro.

En el primer caso, el magnate norteamericano se quedó con el control del Partido Republicano y reseteó todos los liderazgos internos a su imagen y semejanza, mientras que el bolsonarismo se adueñó de todos los votos de la vieja derecha socialdemócrata expresada en el PSDB de Fernando Henrique Cardoso que compitió durante toda la vuelta de la democracia con el Partido de los Trabajadores de Lula.

En Argentina estamos en ese proceso, el PRO diluido, la UCR incómoda y Milei arrastrando apoyos a regañadientes porque la derecha no quiere quedar pegada al kirchnerismo. Este es otro mal de época, aún con actores nuevos que proponen tesis fundacionales y se abrazan a valoraciones mesiánicas, lo que persiste es la polarización y el clivaje del régimen anterior. ¿Podemos seguir con el mismo clivaje con el sistema corrido más la derecha? En Brasil cambió todo, en Argentina todavía está en veremos.

Pero la confusión no vale solo para el espectro colaboracionista de una derecha que no encuentra un lugar, sino que incluye los enormes problemas del peronismo. Un sector propone esperar, mira las encuestas y carece de ideas para mostrarse como alternativa frente al fracaso reciente.

Otro se aferra a la negación de haber formado parte del experimento fallido del Frente de Todos y se abraza a la pollera de Cristina como si lo ocurrido entre 2019 y 2023 se tratara de un espejismo o un mal sueño. Quien se anime a salir de la pollera termina de cruzar un rubicón del que no queda claro si tendrá consecuencias negativas. Una trampa que todos conocen, temen y pocos desafían.

Massa pone un pie en cada lado y presume de su buena relación con Cristina pero sin dejar de recalcar que hay que incluir a los peronistas que dejaron el espacio hace un tiempo como Pichetto, Monzó o Massot, apellidos que dan alergia en el camporismo y solo la jefa del culto K podría lograr que las bases procesen. Un tuit, una carta o una foto alcanzaría para lograrlo.

Los sectores sociales están más complicados porque manejan otros tiempos que el de la política. No gravita en fotos, reuniones o congresos partidarios sino en la inmediata necesidad de sus representados. Los movimientos sociales ante al falta de alimentos a los comedores y las ganas del gobierno de mostrar el control de la calle con todo el aparato represivo ante los piquetes y el sindicalismo frente a los despidos, la recesión y la inflación que se come el poder adquisitivo. En síntesis, junto con los jubilados, los que están pagando el ajuste que Milei adjudicaba para la casta.

Por estas horas, todo está balcanizado. ATE anuncia medidas de fuerza, UPCN hace presentaciones judiciales, pocos gremios cierran buenas paritarias, Camioneros amenaza, y la conducción cegetista especula porque el nivel del rechazo de la sociedad a un paro general está en el orden del 70 por ciento.

¿Qué es lo que debe medir la CGT para decir un paro? ¿Las encuestas de imagen del gobierno y el rechazo de un sector de la sociedad o el casi desesperado reclamo de sus bases? Mientras todos responden estas preguntas, no hay nadie que no baile al ritmo de Milei.

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